#Revive: la energía liberada en Vive Latino 2022


Momentos. De eso se trata todo.
Vive Latino es una colección de momentos que se encadenan sutil pero imperiosamente. Siempre ha sido así: cada persona que forma parte de Vive Latino espera con paciencia esos momentos para construir ese relato que atesorará por siempre.
Todo comienza con la expectativa: un esperar en el que la energía se va condensando y toma la forma de ilusiones. Crece día con día, se alarga, se agazapa, galopa, gatea y, segundos antes de que el momento llegue al fin, se conecta con nuestras emociones más profundas. En un parpadeo, la expectativa estalla: el momento está ahí. Felicidad absoluta.
El promotor logra cerrar el trato con esa banda; el anhelado boleto toca nuestras manos; el fotógrafo dispara su primera captura; el primer trago de cerveza toca los labios; la periodista hace su primer enlace; los acordes de la esperada canción comienzan a sonar; los músicos contemplan al público tras las cortinas del escenario; el beso toma su lugar luego de aquel coro; el ingeniero de audio se declara listo para comenzar… en los radios suena, por fin… ¡Puertas abiertas! Entonces sucede la magia.
En el corazón de cada persona, los momentos esperados crean una historia potencial: una suerte de prerelato al que le falta solo un componente: su personaje principal: nosotros mismos. Así llegamos a Vive Latino, con la intención de navegar entre uno y otro momento sin que las emociones se agoten.
Por sí mismo, ese relato posee una intensidad brutal… pero la cadenita crece con esos otros momentos inesperados. La coincidencia y la sorpresa modifican, para enriquecerlo hasta límites insospechados, el borrador de nuestra experiencia. Una canción que no sonaba hace años; el asombro ante esa banda que nunca habíamos escuchado; el encuentro con viejas amistades; el invitado que sube a la tarima… solo el azar conoce su fuerza y solo uno mismo descubre y acaricia su valor.
Personalmente, hay un momento que marca cada Vive Latino desde hace tantos años ya: sucede en la víspera, después de atravesar el puente que une al Palacio con el Foro, bajar las escaleras y descubrir ‘los papelitos’: veo el escenario principal y a los compañeros empeñados en que luzca inolvidable. Todo el cuerpo se estremece, mis latidos se aceleran, y la piel se me eriza mientras una sonrisa tan boba como plena se dibuja en mi cara. “Ya estoy en casa”, pienso, siento, balbuceo…

El silencio y el dolor
Cuando Nortec soltó sus últimos acordes, la madrugada del 16 de marzo de 2020, comenzó un silencio que se extendería durante 735 días. La mañana siguiente de Vive Latino comenzó el confinamiento en México: una época marcada por el miedo a perder la batalla frente a un enemigo invisible y por una incertidumbre infinita.
Los días se acumularon en semanas y estas en meses. Un año después, la certeza de que no habría Vive Latino en 2021 era la menor de nuestras preocupaciones. Solo quedaba esperar y cuidarnos mutuamente. Todos perdimos a alguien, muchos fuimos atrapados por el bicho y la idea de una ‘nueva normalidad’, en la que el contacto estaría prohibido y las experiencias serían a través una pantalla, cobró una fuerza espeluznante.
La desesperación creció y la muerte se instaló imbatible en las conversaciones y pensamientos del día a día, alimentada por una polarización que hoy se nos antoja absurda pero que no ha dejado de estar presente. En ese contexto, la música en vivo no parecía: era un sueño inalcanzable.
Existe una historia cuya narración están pendiente: la de aquel Vive Latino 2020. Ese que muchas personas vivieron con la conciencia de que sería el último festival en un largo tiempo y que, para quienes trabajamos en su construcción, representó uno de los más amargos tragos de nuestra carrera. ¿Por qué no se ha contado esta historia? En parte, porque asomarse a esos recuerdos reclama una mayor distancia aún, pero, sobre todo, porque debíamos prepararnos para escribir otra historia, una que llevó por sello la palabra #Revive.
Los espectáculos en vivo entraron en pausa, es verdad, pero nadie puede negar lo importante que fue la música para transitar el largo y sinuoso camino. La fervorosa ola de live streamings, los mensajes de calma y solidaridad, las sesiones grabadas a distancia y el hecho de que 2021 fue uno de los años en los que más canciones nuevas llegaron al mundo, da cuenta de ello. El espíritu se mantuvo vivo, sano y acompañado… y no hay palabras suficientes para agradecer a los músicos.
Paso a paso las nubes comenzaron a disiparse. Y no solo eso: la convicción de que el mundo post pandémico nos encontraría a todos renovados y mejores nos llenó de esperanza. Sin embargo, los viejos problemas sin resolver también esperaban su momento de reactivación. Lo que parecía ser el inicio de un camino brillante se vio opacado por los brotes de una violencia contenida, iracunda…

#Revive
Siempre se dice que la próxima edición será la mejor, la más inolvidable, ¿no es cierto? No me atrevo a decir que #VL22 calza en tales etiquetas, pero no hay duda de que ya es un hito en la historia del festival. Fue algo más que la suma de esos momentos de los que hablábamos: un enorme, colectivo y necesario ritual de sanación.
Cierto es que otros festivales y conciertos ya habían sucedido, pero el hecho de que Vive Latino fuera el último de la era prepandémica hizo que #VL22 estuviera rodeado por un aura especial, aura que rematara simbólicamente con la entrada en semáforo verde de todo el país. La sincronía parece sacada de un guion cinematográfico: un día después de #VL20, entramos en confinamiento; un día antes de #VL22, se declaró que avanzamos con paso firme hacia el anhelado final.
Más allá de los momentos que siempre nos encanta cazar y relatar (La Lupita estrenando “Arre” en vivo; Fred Durst bailando “El Mariachi Loco”; el primer Vive de Maldita sin Sax; el amor con que fueron recibidos los shows de Moenia y Julieta; el Momento Indio donde las mujeres brillaron con tanta fuerza; Luis Pescetti haciéndonos brincar como pelotas; Los Fabulosos pidiendo 3 segundos de silencio antes de gritar “Digo no, digo no, digo no… paz en el mundo”; Siddhartha en pleno atardecer creando un momento mágico con todo y mariachi; la inauguración de un espacio de intercambio como Aldea Musical… en fin), considero que esta edición de Vive Latino puede leerse como un momento total, un parpadeo que se extendió por dos días bajo dos únicas premisas: el reencuentro y la resurrección.
El HT #Revive no solo fue un acierto creativo y comercial: fue consigna, búsqueda y misión.
Los cantos, los brincos, los bailes, la amistad, la experiencia, el amor, el asombro, el descubrimiento, la aventura… todo revivió liberando la poderosa energía de 80 mil personas por jornada. Los pasados 19 y 20 de marzo se forjaron historias personales que seguiremos relatando muchos años después; los momentos quedarán tatuados en nuestra memoria como las líneas más conmovedoras de una de esas novelas que devoras con pasión y que no quieres que acabe nunca.
En medio de un contexto convulsionado y atroz, la música volvió a unirnos, a recordarnos que la paz, la lucha de las mujeres, la capacidad de seguir siendo niños, la oportunidad de crear nuevas amistades, la ruptura de las brechas generacionales, el intercambio de conocimientos, la fuerza del humor, la importancia del juego y, sobre todo, el amor a la vida, siguen y seguirán valiendo la pena. ¡Muchas gracias, Vive Latino! ¡Dura para siempre!

Y si no me creen… sumérjanse en los recuerdos de otros…









Anécdotas compartidas en ese especial grupo de Facebook que se creó después de #VL20 y que tantas buenos ratos nos ha hecho pasar: Vive Latino 2022+.